GASTRONOMIA DEL SIGLO XX : MANUEL MARIA PUGA Y PARGA
Entramos en el S.XX con fanfarrias, desfiles y tambores. Dejamos el verano atrás, el calor, el dolce far nientey volvemos al trabajo con cocineros y críticos gastronómicos que construyeron la Cocina Moderna Española y terminarían por desembocar en la Cocina de Vanguardia.
En el siglo XX la cocina española era ya reconocida en Europa; platos como la tortilla de patatas, el gazpacho, la tarta de Santiago eran conocidos fuera de nuestras fronteras. En nuestro país empezaron a editarse revistas gastronómicas como “El Gorro Blanco” y “La Cocina Elegante”. Pero llegaron las guerras mundiales y propias y la crisis hizo su mella en el suministro de alimentos. Se crea también la base de mucha de la industria alimentaria en conserva de nuestro país. Aunque más tarde hacia finales de siglo, llegaría el brillo y esplendor de la Gastronomía española, con la cocina de Vanguardia.. pero aún nos queda mucho para llegar ahí. Un siglo tiene muchos años y menos el XX tan lleno de acontecimientos.
“El final del siglo XIX y el XX hasta la mitad fueron verdaderamente penosos en lo que se refiere a la alimentación y a casi todo lo demás. Perdimos las últimas colonias americanas y Filipinas, el empobrecimiento se generalizó y la deficiente alimentación llegó a los ejércitos que fueron derrotados en todas las confrontaciones. Las hambres se hicieron crónicas, la situación política era un auténtico desastre con cambios frecuentes de gobierno y de Estado, alternando monarquías y repúblicas, dictaduras y democracia. Hubo también intercalados algunos años buenos, aunque sus efectos fuesen poco profundos y solo afectasen a las clases más altas. Comenzó una incipiente industrialización, sobre todo en Cataluña, y aparecieron los primeros restaurantes modernos, casi siempre de origen extranjero. Primero franceses, como el Chez Martin o Maison Dorée en Barcelona o Lhardy en Madrid, algunos alemanes como Gambrinus y Horcher y también hubo alguna influencia inglesa españolizada, que llegó a hacer famosa el servicio de té en el anuncio: «Five o’clok tea, a las siete de la tarde». La presencia de estos res- taurantes espoleó a la restauración española, que transformó algunos de sus vie- jos mesones y posadas en modernos establecimientos.
Los años previos a la Guerra Civil fueron muy duros, las cosechas muy malas en general, aunque también hubo algunos años buenos en los que se deprimieron notablemente los precios, nuestro crédito internacional bajísimo y las incertidumbres y radicalizaciones se exteriorizaron con muy adversos resultados en una incipiente democracia. La guerra agravó la situación y en algunas poblaciones la penuria fue tal que hubo que recurrir al consumo de subproductos como las cáscaras de patata o el blanco de las naranjas. Faltaba casi de todo y el hambre se generalizó. Se encargó al profesor Grande Covián el seguimiento de la alimentación del Madrid sitiado y los resultados fueron penosos, porque en diciembre de 1938 la ingesta calórica media era de 770 calorías y en febrero del año siguiente de 852, cifras muy inferiores a las registradas por la FAO, actualmente, en los países más castigados por el hambre y lógicamente los estados de subnutrición y de alimentaciones deficitarias en principios inmediatos, vitaminas y minerales, dieron lugar a la aparición de muy variados síndromes, como el de «los pies quemantes», que fue enunciado por Grande Covián años antes de que se difundiesen sus síntomas en los prisioneros europeos en Japón. Aumentaron las mortalidades, que llegaron a ser muy altas, y la supervivencia infantil fue inferior al 80%, y en algunos casos y ciudades llegó a descender hasta el 50%.
Hay que hacer constar que la situación durante la contienda no fue homogénea en las distintas regiones porque hubo diferencias importantes en su dureza. En todas las regiones había déficit y carencia de muchas cosas, pero en algunas había excedentes de diversos productos que, para desgracia de los agricultores, eran imposibles de vender y para suerte de los consumidores posibilitaban unos recursos que, aunque de forma monótona, impedían los efectos terribles del hambre. En Andalucía sobraba aceite y faltaba casi todo lo demás, en Valencia abundaban las naranjas, que eran imposibles de encontrar en zonas no productoras, en La Mancha y Aragón solo tenían trigo, e higos y uvas en estación y en casi toda España había vino, que se convirtió en alimento principal, y a veces casi único.
El problema se complicó con la intervención de los cultivos y ya no había ni trigo en La Mancha. Solo los molineros disponían, aunque no siempre legalmente, de producto, que vendían de estraperlo, prohibida forma comercial que se con- virtió en usual. En donde había río había cangrejos, algún barbo y algunas tru- chas, en las zonas de caza había conejos, los farmacéuticos disponían de azúcar que se les proporcionaba para elaborar fórmulas magistrales y los tenderos tenían legumbres y aceite. Se intercambiaron alimentos y en esas condiciones se sobrevivía, aunque fuese necesario complementar la comida con cáscaras de plátano, hojas de remolacha, vainas de habas o cualquier otra cosa que pudiese llevarse a la boca, aunque a veces lo más nutritivo que le llegaba fuese un palillo, que se apretaba con los dientes y se mantenía durante horas. (“La Evolución de la Alimentación y la Gastronomía en España”Ismael Díaz Yubero, Real Academia de la Gastronomía)
MANUEL MARÍA PUGA Y PARGA
Nació en Santiago de Compostela en 1874 y murió en La Coruña en 1918. Fue político, escritor y gastrónomo y era conocido como Picadillo.
Su padre era Catedrático de la Facultad de Derecho y fue alcalde de Santiago, decano del Colegio de Abogados de La Coruña, gobernador del Banco de España en Cuba, diputado, senador y fiscal del Tribunal Supremo. Y su abuelo fue Coronel del ejercito isabelino y heredero de la Condesa de Ximonde.
Manuel estudió Derecho en Santiago y gracias a un amigo de su padre obtuvo un puesto en la Dirección General de Penales en Madrid. Pero no le gustaba estar lejos de su tierra y volvió a Galicia al casarse con Maria del Carmen Ramón, siendo nombrado Juez Municial de Arteijo. Escribió numerosos libros de gastronomía, uno de los cuales, “La Cocina Práctica” en 1905 tuvo mucho éxito. Era muy popular especialmente su sentido del humor y defendía la gastronomía popular, reinvindicando el bacalao, las sardinas y el lacón con grelos, frente a la invasión de la cocina francesa tan en boga en la alta sociedad.
Tenemos un montón de recetas nuevas para probar! :)
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